Imagine que desea transportar agua de un punto X a un punto Z, le pide a un asistente que desplace un depósito en el que usted sirve agua directamente de una manguera pero, cuando llega al punto final, ¡sorpresa!, la cantidad de agua no es la misma que usted había servido. ¿Qué pudo ocurrir? El problema podría deberse a diversos motivos: tal vez quien desplazó el agua derramó mucha o el depósito estaba averiado o que, incluso, en lo que usted guardaba la manguera alguien haya tomado un poco de agua del recipiente.
Algo similar ocurre con la energía, muchas veces la energía real entregada no coincide con la demandada del transformador. Es a esto a lo que se le denomina pérdidas de energía. Estas se clasifican en técnicas y no-técnicas.
Las primeras, son producidas en los conductores, transformadores y/o equipos eléctricos asociados en la transformación de la energía. Las segundas, se ocasionan cuando hay fraudes, contrabandos, medidores en mal estado, desbalance de cargas, ingreso de cargas inductivas por medio de los equipos conectados a la red, etc.
Usted podría decirse “a mí no me afectan esas pérdidas”… pero no es así, cuando una pérdida ocurre la calidad del servicio que recibe se ve disminuida. Los equipos sufren desperfectos debido al calentamiento al que se ven expuestos. Con ello los niveles de producción pueden verse afectados puesto que se pierde tiempo en reparaciones o sustituciones de equipos, para lo cual es necesario incurrir en gastos cuando se dan estos hechos.
Uno de los causantes de pérdidas no técnicas más comunes es el desbalance de cargas, este ocurre cuando las cargas conectadas están distribuidas desigualmente entre las fases, es decir, que los equipos, maquinas o aparatos se distribuyen sin tomar en cuenta cuál de las fases utiliza como fuente de modo que se puede llegar a desperdiciar capacidad de alguna de las fases. Para prevenir o tratar estos desbalances se pueden realizar análisis que indicarán el origen del mismo. Así, por ejemplo, si se observa una mala distribución de las cargas conectadas, estas podrían reubicarse para no sobre utilizar una fase determinada.
Estos estudios se realizan en dos etapas: una en la que se analiza el comportamiento global de la potencia, y otra en la que se evalúa el desempeño por fase. Así, puede determinarse de una mejor manera la causa del desbalance, si es que lo hay.
Gracias a este tipo de pruebas, se contribuye a la disminución de pérdidas y creación prácticas que contribuyen a que exista eficiencia en el uso de energía ya que partir de ellas se pueden buscar soluciones que permitan una correcta utilización de la potencia instalada.
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