El
marco de deberes y derechos habría sacado a los seres humanos de las cavernas,
los habría traído de la barbarie a la civilización y, salvo contados ejemplos
de totalitarismo en el mundo, es lo que mantiene estable y en sana convivencia
al planeta.
Cuando Benito Juárez,
el estadista mexicano, dijo en el Siglo XIX que el respeto al derecho ajeno es
la paz, pudiera haber parecido un tanto irreal o utópica para aquellos tiempos
de revoluciones, independencias y guerras, pero ¿será una realidad para los
tiempos presentes o sigue siendo un ideal de aquel abogado del México aún con
tintes imperialistas franceses y de salida de la dictadura de Porfirio Díaz?
Algunos juristas de los
derechos humanos definen los derechos y deberes como la base de la
civilización, lo que sacó al ser humano de las cavernas, y salvo algunos
sectores en el mundo que aún mantienen atmósferas de barbarie, la mayor parte
del globo vive en un estricto respeto a ese marco de cumplimiento de los
derechos y deberes, que hacen que la mayoría de la humanidad conviva en un
ambiente estable y civilizado.
En ese sentido, la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, establece en su preámbulo que
todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como
están por naturaleza de razón y conciencia, deben conducirse fraternalmente los
unos con los otros.
En cuanto al marco de
deberes, indica la misma Declaración que el cumplimiento del deber de cada uno
es exigencia del derecho de todos. Derechos y deberes se integran
correlativamente en toda actividad social y política del hombre. Por lo que si
los derechos exaltan la libertad individual, los deberes expresan la dignidad
de esa libertad.
Además, los deberes de
orden jurídico presuponen otros, de orden moral, que los apoyan conceptualmente
y los fundamentan. Es así que es deber del hombre servir al espíritu con todas
sus potencias y recursos porque el espíritu es la finalidad suprema de la
existencia humana y su máxima categoría.
También, es deber del
hombre ejercer, mantener y estimular la cultura por todos los medios a su
alcance, porque la cultura es la máxima expresión social e histórica del espíritu.
Y puesto que la moral y buenas maneras constituyen la floración más noble de la
cultura, es deber de todo hombre acatarlas siempre.
Sin embargo, la
historia confirma que antes de llegar a ese equilibrio de derechos y deberes,
el mundo ha tenido que pasar por cruentas guerras, que inclusive han enfrentado
a ciudadanos de los mismos países.
Entonces el compromiso
de la humanidad parece ser el salvaguardar los derechos y deberes alcanzados, y
no tener que volver a pasar por revoluciones y conflictos para facilitar que
algunos pueblos que aún viven en el totalitarismo alcancen ese ideal.
Pareciera que estos planteamientos siguen siendo
una utopía, pero el buscar la garantía de la sana y equilibrada armonía entre
seres humanos, sin importar su ideología, credo u orientación sexual,
definitivamente refuerzan lo expresado por Juárez hace más de un siglo, de que
el respeto al derecho ajeno es la paz.
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