La
política de transparencia y rendición de cuentas de los países contribuye a la
credibilidad de esas naciones, lo que permite que encabecen rankings
internacionales que sirven de referencia para atraer inversiones.
Al menos en la última década,
se ha venido dando una oleada de movimientos promoviendo las políticas de
transparencia y rendición de cuentas, sobre todo en torno a las diferentes
instancias públicas de los Estados.
Pero la pregunta que
surge es si se trata de una moda o de un auténtico y genuino derecho alcanzado
por los diferentes ciudadanos alrededor del mundo.
Obviamente es una
tendencia que tiene que ver con culturas que han adquirido un sentido de la
ética muy elevado, muy por encima del promedio de lo que en Latinoamérica pueda
ambicionarse, aún cuando hay avances significativos a ese respecto, sobre todo
en Suramérica.
Según el portal Web de
Transparencia en el estado de Guerrero en México, la primera fuente que se
tiene respecto al acceso a la información y transparencia, es Suiza, donde concluyeron que
el negar acceso a esta se convierte en un disolvente de actos de
corrupción, de discrecionalidad patrimonialista y otras tantas malas
prácticas. Por lo que en consecuencia abrieron la información de todas las
áreas del Gobierno, volviéndolo parte de una nueva cultura gubernamental.
Se ha llegado a tal
punto de generalización, sofisticación y sistematización, que hoy en día los
funcionarios suizos afirman poder entregar una copia de cualquier documento
elaborado hace 200 años en solo 24 horas.
El tema de
transparencia cobró fuerza en varios países del mundo en diferentes años,
Finlandia (1951), Estados Unidos (1966) y Dinamarca (1970), y en los últimos
cinco años del siglo XX, más de 40 países del mundo, incluyendo México, adoptan
esta práctica e instituyen sus propias leyes de acceso a la
información.
En México, el derecho a
la información es fundamental, expresado en el artículo sexto de la
Constitución mexicana. Con la alternancia en el poder (del PRI al PAN y hoy
nuevamente al PRI), se generaron espacios de participación ciudadana, lo que
permitió exigir que las acciones gubernamentales transparentaran el uso de los
recursos públicos.
Pero más allá de una
moda, sobre todo en América Latina, se ha entendido que facilitar este tipo de
políticas a sus ciudadanos les brinda a esos Estados reconocimiento y
credibilidad internacional, al grado de ser una referencia para diversos
indicadores internacionales que hablan bien de unos países al colocarse en el
Top 10, y habla mal de la imagen de otros al colocarse en los últimos lugares
de los reconocidos en rankings internacionales, que por ejemplo atraen o alejan
las inversiones.
En ese sentido, el Índice de Percepción de la
Corrupción 2013 de
Transparency International advierte que el abuso de poder, los acuerdos
clandestinos y el soborno, continúan devastando a sociedades en todo el mundo.
Más de dos tercios de
los 177 países incluidos en el índice de 2013 obtuvieron una puntuación
inferior a 50, en una escala de 0 (percepción de altos niveles de corrupción) a
100 (percepción de muy bajos niveles de corrupción).
En el
Índice de Percepción de la Corrupción 2013, Dinamarca y Nueva Zelanda comparten
el primer lugar, con una puntuación de 91. Mientras que en las últimas
posiciones se ubican Afganistán, Corea del Norte y Somalia, con tan solo ocho
puntos cada uno.
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